Estimados Amigos Visitantes
Ya se acerca el 21 de marzo, fecha en
que México y los mexicanos conmemoramos el natalicio del Benemérito de las
Américas, y con ese motivo, compartimos con todos Uds. el siguiente video
publicado por la Presidencia de la República en el año 2013 y el trascendente
texto denominado MANIFIESTO A LA NACIÓN, en el cual versa precisamente una de
las frases más transcendentales que esbozara Don Benito Pablo Juárez García,
presente en la memoria de todos los mexicanos y que ha trascendido nuestras fronteras;
como todos los años, celebraremos esta importante fecha en la cual naciera uno
de los hombres más importantes de la historia de nuestra amada Patria.
MANIFIESTO A LA NACIÓN
Expedido en la ciudad de México con motivo del triunfo de
la República sobre la intervención francesa.
Mexicanos:
El Gobierno nacional vuelve hoy a
establecer su residencia en la ciudad de México, de la que salió hace cuatro
años. Llevó entonces la resolución de no abandonar jamás el cumplimiento de sus
deberes, tanto más sagrados, cuanto mayor era el conflicto de la nación. Fue con
la segura confianza de que el pueblo mexicano lucharía sin cesar contra la
inicua invasión extranjera, en defensa de sus derechos y de su libertad. Salió
el Gobierno para seguir sosteniendo la bandera de la patria por todo el tiempo
que fuera necesario, hasta obtener el triunfo de la causa santa de la
independencia y de las instituciones de la República.
Lo han alcanzado los buenos hijos de
México, combatiendo solos, sin auxilio de nadie, sin recursos, sin los
elementos necesarios para la guerra. Han derramado su sangre con sublime
patriotismo, arrostrando todos los sacrificios, antes que consentir en la
pérdida de la República y de la libertad.
En nombre de la patria agradecida,
tributo el más alto reconocimiento a los buenos mexicanos que la han defendido,
y a sus dignos caudillos. El triunfo de la patria, que ha sido el objeto de sus
nobles aspiraciones, será siempre su mayor título de gloria y el mejor premio
de sus heroicos esfuerzos.
Lleno de confianza en ellos, procuró
el Gobierno cumplir sus deberes, sin concebir jamás un solo pensamiento de que
le fuera lícito menoscabar ninguno de los derechos de la nación. Ha cumplido el
Gobierno el primero de sus deberes, no contrayendo ningún compromiso en el
exterior ni en el interior, que pudiera perjudicar en nada la independencia y
soberanía de la República, la integridad de su territorio o el respeto debido a
la Constitución y a las leyes. Sus enemigos pretendieron establecer otro
gobierno y otras leyes, sin haber podido consumar su intento criminal. Después
de cuatro años, vuelve el Gobierno a la ciudad de México, con la bandera de la Constitución
y con las mismas leyes, sin haber dejado de existir un solo instante dentro del
territorio nacional. No ha querido, ni
ha debido antes el Gobierno, y menos debiera en la hora del triunfo completo de
la República, dejarse inspirar por ningún sentimiento de pasión contra los que
lo han combatido. Su deber ha sido, y es, pesar las exigencias de la justicia
con todas las consideraciones de la benignidad. La templanza de su conducta en todos
los lugares donde ha residido, ha demostrado su deseo de moderar en lo posible
el rigor de la justicia, conciliando la indulgencia con el estrecho deber de
que se apliquen las leyes en lo que sea indispensable para afianzar la paz y el
porvenir de la nación.
Mexicanos: Encaminemos ahora todos
nuestros esfuerzos a obtener y a consolidar los beneficios de la paz. Bajo sus
auspicios, será eficaz la protección de las leyes y de las autoridades para los
derechos de todos los habitantes de la República.
Que el pueblo y el Gobierno respeten
los derechos de todos. Entre los individuos, como entre las naciones, el
respeto al derecho ajeno es la paz.
Confiemos en que todos los mexicanos,
aleccionados por la prolongada y dolorosa experiencia de las calamidades de la
guerra, cooperaremos en lo de adelante al bienestar y a la prosperidad de la nación,
que sólo pueden conseguirse con un inviolable respeto a las leyes, y con la
obediencia a las autoridades elegidas por el pueblo.
En nuestras libres instituciones, el
pueblo mexicano es árbitro de su suerte. Con el único fin de sostener la causa
del pueblo durante la guerra, mientras no podía elegir sus mandatarios, he
debido, conforme al espíritu de la Constitución, conservar el poder que me había
conferido. Terminada ya la lucha, mi deber es convocar desde luego al pueblo,
para que sin ninguna presión de la fuerza y sin ninguna influencia ilegítima,
elija con absoluta libertad a quien quiera confiar sus destinos.
Mexicanos: Hemos alcanzado el mayor
bien que podíamos desear, viendo consumada por segunda vez la independencia de nuestra
patria. Cooperemos todos para poder legarla a nuestros hijos en camino de
prosperidad, amando y sosteniendo siempre nuestra independencia y nuestra libertad.
México, julio 15 de 1867
Reciban un cordial y afectuoso saludo fraterno.
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